martes, 27 de noviembre de 2007

Médico y paciente, una relación en crisis


A pesar de que abundan las quejas, hay quienes destacan avances, como el mayor respeto por los derechos del paciente. Aunque no pueden vivir uno sin el otro, médicos y pacientes están inmersos en una relación de aceptación-rechazo que, entre otras cosas, condiciona la perspectiva con que se enfoca el cuidado de la salud. Ana, de 27 años, es más dura: "El problema no es que los médicos no sean amables, sino que su objetivo principal es despacharte rápido. Y mientras te piden que les cuentes qué te pasa, aprovechan para firmar recetas atrasadas, levantarse y lavarse las manos, todo con una sonrisa".

No sólo les reclaman una superlativa formación profesional, sino también ética hipocrática, sensatez, dedicación sin cortapisas. Ante la pregunta de cuál sería el ideal, surge la imagen del médico de barrio que llegaba a ser casi un integrante más de la familia. Para Eduardo, productor de televisión, el problema se resume así: "Básicamente, hay tres tipos de médicos: los jóvenes idealistas, que no saben mucho, pero tienen ganas de ayudar y están convencidos de que nuestra calidad de vida se eleva automáticamente si uno deja de fumar, comienza a comer ensaladas y a beber agua sin gas a toda hora; en segundo lugar, están los distantes, en general menores de 50 años, que piensan que hay que despachar al paciente lo más rápido posible recetándole los medicamentos habituales; ésta es la gran mayoría; por último, los ganadores, mayores de 50, más interesados en recetar medicamentos de tal o cual laboratorio. Viajan anualmente a Europa y jamás confundirían un Picasso con un Rafael. Me quedo con los idealistas y acepto a los distantes".

Los médicos tampoco están conformes. Se sienten avasallados por la falta de tiempo, la tecnología y un sordo descrédito social que carcome el prestigio del que gozaban en otros tiempos. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Al parecer, las cosas no son tan sencillas. "Este es un tema de discusión constante entre los médicos -dice el doctor Benjamín Uzorskis, integrante del Comité de Bioética del Hospital Italiano-. No hay tiempo de escucha; los profesionales jóvenes están más interesados en lo técnico que en escuchar al paciente. La consulta se ha deformado un poco. Y si bien desde la universidad se intenta trabajar sobre esto, el problema está en que una cosa es lo que se enseña en teoría y otra, poder llevarlo a la práctica." Sin embargo, hay quienes aseguran que no todos los cambios que trajo la modernidad son criticables.

Para el doctor Vicente Gutiérrez, presidente de la Academia de Medicina, en muchos aspectos la relación médico-paciente está mejorando. "Ahora se respetan mucho más los derechos de los pacientes", afirma, y aclara que habla a título personal. Gutiérrez destaca que también los pacientes aportan lo suyo al malentendido vigente: "Tienen una expectativa de curación del 100% y, si no lo logran, se sienten defraudados -reflexiona-. Por otro lado, consultan por Internet y luego hacen interpretaciones personales que son peligrosas. Me parece válido que consulten; tienen derecho a hacerlo, pero no tienen que hacer interpretaciones, sino llevar esa inquietud al médico". Con respecto a la falta de tiempo, opina que es un problema en todo el mundo. "El médico quisiera estar todo el día con sus pacientes -asegura-, pero no puede porque el sistema lo lleva. Es más: tiene presiones de los mismos enfermos, de los pagadores Antes había menos médicos y más tiempo para todo. Si uno lo piensa, también había más tiempo para ir al almacén. Y en la medicina pasa más o menos lo mismo."

Por Nora Bär
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/


MORIR DE AMOR

Por ÁLVARO BUSTOS GONZÁLEZ

tomado de EL MERIDIANO de cordoba


Investigadores ingleses han publicado en Archives of Internal Medicine su experiencia con 9 mil casos de duelo afectivo, y llegaron a la conclusión de que la muerte por amor (por distintas causas o por enfermedad cardiaca después de la pérdida del ser amado) se observa 34 veces más frecuentemente entre los viudos o los abandonados que entre quienes gozan a perpetuidad de los bienes de la buena compañía. Para depurar sus observaciones, los estudiosos excluyeron factores agravantes como la obesidad, la diabetes y el alcoholismo, y el riesgo de enfermedad del corazón se redujo en sólo 10 puntos. Otros estudios, uno con 4 mil pacientes en Glasgow y otro con 50 mil viudos y viudas, realizado por el Dr. Russell Friedman, director del Grief Recovery Institute, finalizaron con idénticos resultados: "Se sienten como si hubieran perdido una parte de su cuerpo. Algunos dicen que es como si los hubieran partido por la mitad".


El corazón, como órgano portador de emociones, no parece admitir titubeos. El mecanismo es desconocido, pero no hay duda de que en circunstancias dolorosas puede llegar al paro o a la defección, propiciando la muerte en poco tiempo. La sensación opresiva en el pecho cuando se viven momentos de angustia o ansiedad extrema dan buena cuenta de ello. El trasfondo es la depresión, pero el suceso es catalizado por una serie de sustancias con efectos vasculares, las cuales, unidas a un desarreglo transitorio del sistema inmune, predisponen de igual modo a la enfermedad cardiaca y al cáncer. No es posible desestimar el hecho de que el tumor de la lengua que amenaza la vida de Germán Espinosa apareció después de la muerte de Josefina, su mujer, sin cuya presencia él considera que no vale la pena seguir viviendo.Los jóvenes, en estos casos, tienden al suicidio o a la drogadicción; sus corazones, todavía fuertes por la edad, no suelen desarrollar la obstrucción coronaria sino el enloquecimiento de la cabeza. Esta situación, la de la pérdida del juicio, no sólo se da en adolescentes que han tenido una pérdida sentimental; también se da, y de qué manera, en viejos que han adquirido un nuevo amor, cuando éste comienza a arrastrarlos por el camino de la desesperación y los afanes intemporales. "Este amor, este enloquecimiento de amor que me está matando", recitaba un poeta vernáculo al trasluz de una noche de bohemia en un campo constelado de luciérnagas.


Es abundante la subliteratura que hoy pretende demostrar que el amor no es lo que es. Se le pinta como un acto racional (no quiero decir que el amor está exento de razones, porque él puede que sea ciego pero no conviene que sea tonto), como una opción llena de simetrías entre un hombre y una mujer, como un fenómeno susceptible de aprenderse que siempre conduce a una arcadia, en la que finalmente se van a encontrar en dichosa armonía dos seres imperfectos, alejados por su propia voluntad de todo sufrimiento y de toda resignación. Ese ocultamiento de la verdad que entraña una pasión como la del amor, es el que ha contribuido a trivializar las relaciones y los vínculos en nuestros días. Mientras aquellos autores, objeto de culto en vitrinas y mercados de fruslerías, muestran la faz amable y dulce de las cosas, la realidad, que está llena de perversiones irreductibles y que poco se ocupa de espejismos, nos va enseñando que aquel ideal romántico se ha convertido en una nube pasajera, genitalizada en su forma y en su fondo (que eso se lava y queda lo mismo, dicen muy orondos los gaznápiros), y de cuya abismal certidumbre sólo se ocupan la muerte y los dolores insanables de quienes lo han perdido todo en el altar de sus castos ideales. Hay que ver la cantidad de noviazgos juveniles que hoy se terminan impunemente después de varios años de presuntos y engañosos buenos propósitos.


Coletilla: No cesarán por muchos días las conmemoraciones alrededor de la figura del Che Guevara. Está bien que se encomie su compromiso con los desvalidos y su sacrificada búsqueda de la justicia social. No puedo desconocer el reconocimiento que a su espíritu desprendido y desinteresado hizo en su momento Ernesto Sabato. Pero tampoco puedo olvidar que Guevara fue un guerrillero sanguinario, que promulgaba como un poseso (algo propio de todo fanático) la validez del asesinato. De él no nos ha quedado la virtud; es palmario que su figura mítica sigue alumbrando, bajo su mirada dura y su melena al viento, los caminos más horrendos (como causa y efecto) de nuestra violenta historia reciente. Un gran hombre no sólo debe proclamarse bueno y solidario; debe ser, sobre todo, un ser compasivo con sus semejantes. Y éste revolucionario no parece haberlo sido sino de palabra.





In Memoriam

Presagio y duelo Por ÁLVARO BUSTOS GONZÁLEZ

Sebastián Pineda Buitrago es un joven antioqueño que estudió literatura en la Universidad del los Andes, es investigador del Instituto Caro y Cuervo y reside por estos días en Ciudad de México. Desde allá escribe su blog literario (www.eltiempo.com/participacion/guialiteraria) y coordina el de Germán Espinosa (www.maestroespinosa.blogspot.com), de quien fue discípulo y amigo, hasta el punto de que es uno de los personajes novelados en Aitana, la obra en parte autobiográfica, casi póstuma, del escritor fallecido el pasado miércoles. Mi preocupación de los últimos tiempos por la salud de Espinosa me llevó a tener con él algunos diálogos ocasionales, uno de ellos a través del correo electrónico, del cual sólo publico la parte que me corresponde: Muy apreciado y querido Germán: Tal vez a ti no te haya tocado expresar, excepto desde aquellos días en los que corrías borrascas literarias al lado de León de Greiff, otra gran admiración intelectual. Eso no importa. Ahora, sin que tú te des cuenta, tus lectores y discípulos hacemos lo mismo contigo. El río de tus admiradores silenciosos es inmenso. Tus libros, paso a paso, entre novios, esposos o amantes, caminan como entre las sombras, sin que nadie los vea. El momento sublime, para un escritor de tu categoría, que ya llegó en algún sentido terrenal, está por llegar en el inasible sentido de la perpetuidad. No se puede tener, ni siquiera ante los críticos más exigentes, una obra más sólida, más coherente, más culta, menos frívola. Lo digo porque la he leído toda, o casi toda, y me ha hecho inmensamente feliz y reflexivo. Eso, sólo, no vendría al caso. Lo fundamental es que me ha hecho, y a mis amigos también, un defensor de la palabra, de la palabra que piensa y que no encuentra su destino únicamente en la descripción de las cosas. Te mando un abrazo enorme, que espero poder darte personalmente.

Tiempo después, Sebastián Pineda me invitó a participar en el blog de Germán, y yo le contesté del siguiente modo: Estimado Sebastián: Te agradezco mucho la invitación. Siento por Germán Espinosa una inmensa admiración y creo firmemente que su obra merece un mayor cuidado por parte de la crítica y del público lector. Es mi autor predilecto. Pocas veces he tenido la oportunidad de hablar con él por teléfono y una vez que nos citamos en su apartamento de Bogotá no lo encontré en condiciones. Creo que una fotógrafa eminente le robó el día anterior las fuerzas etílicas que debía tener disponibles para mí. En ese sentido, el viaje se frustró. Conozco todos sus libros y he estado al tanto de sus problemas de salud. Inclusive, un 1 de enero tuve que suspender la comunicación con Josefina porque las lágrimas se me atragantaron. La última vez que llamé, Adrián me dio razón de su estado.

Yo no soy literato; mi existencia transcurre entre niños enfermos, infecciones tropicales y estudiantes de medicina, pero me interesa sobremanera la vida de los grandes escritores. Recibe un cordial saludo. A vuelta de correo, Sebastián repuso: Estimado Álvaro: Envíame tus ensayos, tus anotaciones o escritos sobre los libros del maestro Espinosa. Se trata de darle difusión a una obra de tan inmensas proporciones, como a un autor íntegro ética y estéticamente (muy pocos gozan de estas dos virtudes). Y mejor que no seas literato. “No seas literato, creo que dice por algún lado el propio Espinosa: que el norte de tu vida sea tu vida misma”. Actualmente, el maestro Espinosa nos va lentamente abandonando. Sus posibilidades de recuperación se esfuman poco a poco. El tumor que lo azota ya le impide hasta comunicarse. Vive con morfina, sin levantarse de su habitación. Pero hay que ser avaros con el dolor.

El día de la muerte, le escribí a Sebastián: No por esperar la mala noticia ella deja de sorprender y de causarnos el vacío y la impotencia funeral. Germán está en la historia de sus libros y del universo entero de las letras castellanas, sin atenuantes. No hubo otro como él. ¡Qué obra tan veraz y penetrante, y cuánta dimensión estética y cultural alcanzó a tener lo que escribió! Ojalá que ahora sí la desidia tremebunda de este país se sonroje y turbe ante el portento que acaba de morir. Yo espero que por fin haya justicia, que lo premien con la lectura masiva de su legado intelectual y que reconozcan ante la tumba del preclaro difunto que él encarnó el verbo mayor del idioma, sus matices y herencias más cultas, al lado de aquellas luminosas sonoridades de firmamento que sólo sus palabras sabían expresar con sobriedad y elegancia. Recibe un abrazo de condolencia. Después, en la grisura lluviosa de aquel día, leí su respuesta: Sí, tienes mucha razón, Álvaro. Es el gran prosista del idioma en el aspecto narrativo, comparable a Mujica Laínez, a Alfonso Reyes, mejor dicho, a los mejores. Aunque el maestro cayó enfermo hace seis meses, sin poderse levantar ni salir al café y apenas conversar en su cama, pensé la última vez que hablé con él que conseguiría levantarse. Pero no. En fin…